dimarts, 25 de novembre del 2014

El viaje de los catalanes

 Los gigantes de trapo preconstitucionales de Ribes Altes, de Ribes de Freser, Girona, en la manifestación del 11 de septiembre de 2014  que reunió 2 millones de personas en Barcelona. Foto: Joaquim Roqué Paret


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Nota del autor:
Esta entrada es una reflexión a partir del artículo El nacionalismo no se cura viajando, de Juan Gavasa, publicado en https://www.linkedin.com/pulse/article/20141113215925-38818552-el-nacionalismo-no-se-curan-viajando
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Es claro que el camino del inmigrante es propio de cada uno. Es intransferible. Sin embargo, aunque idealicemos el país donde vamos o el país de donde venimos, ambas cosas son estrategias para justificar el motivo de nuestro viaje. Sin duda, la idealización es proporcional a la percepción de felicidad que hemos experimentado en cada lugar donde nos hemos establecido.

Yo soy de la opinión que todos somos (nos sentimos) más del sitio donde nuestra persona ha experimentado el grado mayor de felicidad, siempre teniendo en cuenta de la perspectiva que nos da el punto del trayecto vital dónde nos encontramos. Cuanto más haya pasado, hemos recorrido más, y los momentos felices, teóricamente, también son más numerosos.

El momento en que nos cuestionamos si es mejor un lugar o otro, la nación que nos acoge, o la nación de nuestro origen, es justo un momento en que no nos sentimos felices, no estamos satisfechos con la vida que llevamos.

El viaje de Pío Baroja, yo lo entiendo como un viaje interior, un viaje de la propia conciencia de la vida de cada uno, más que como una destinación geográfica.

Mi reflexión a partir de tu artículo Juan, y de los comentarios de las personas que lo han leído me hacen pensar en porqué me siento catalán y en las razones que pueden explicar el porqué del proceso soberanista que estamos viviendo.

Las comparto con vosotros. Empiezo.

En mi caso, yo soy catalán. Me siento catalán. Más catalán que español. Más español que francés. Más español que europeo. Pero reconozco que me siento poco español en comparación a lo que me siento de catalán. Puedo decir que soy un catalán viajado. He vivido durante largos periodos de tiempo fuera de la tierra donde nací, crecí y donde tengo mi familia. He vivido en otros países. En los que he aprendido a relativizar las cosas y las naciones, también.

Descubrí que los Estados centroamericanos se parecen más entre sí que muchas regiones españolas. Pero también que cuando te encuentras un español por estos mundos de Dios compruebas que hay muchas de cosas que te unen cuando pensabas que eran pocas. El sentido del humor, el gusto por la comida,…

También, viajando he aprendido que hay una cultura pirenaica, propia de las gentes de montaña. Independientemente del valle, provincia, nación o estado dónde nos encontremos.

Me gusta Madrid. Me gusta Aragón. Me gusta Andalucía… Me gusta España. Sobretodo me gustan sus gentes. Sí, me gustan muchas cosas y admiro otras tantas. Pero otras no me gustan nada.

A veces es difícil de explicar porqué uno se siente catalán a uno que se siente español.

Por ejemplo, no siento gustirrinín cuando oigo el himno de España. Respeto, por supuesto a los si lo sienten. Pero me pregunto por qué no siento nada, o a veces, reconozco que oír el himno incluso me echa para atrás. ¿Por qué no me gusta? Para encontrar una causa razonable, supongo que en realidad, el himno actual de España me recuerda al himno franquista. El mismo himno de antes sin la letra. Es como si el silencio de la Transición de todo lo que ocurrió, hubiera silenciado la voz del himno franquista dejándolo sin letra, pero que cada palabra resuena dentro de mi mente porqué sigue sonando la misma música. Lo mismo pasa con la bandera. Otra cosa que me da también reparo de explicar a quién se siente español por encima de todo es que me da no se qué coger una bandera española con la mano. Me siento incapaz de agitarla. Por muy buena razón que haya. Me parece ver aún el águila que tenía antes. El águila se ha caído. Pero son los mismos colores. Los mismos símbolos de un pasado negro. Se que alguien que se siente español lo pueda encontrar una tontería, pero, es superior a mi. No puedo hacer nada por evitarlo.

A parte de estos dos ejemplos simbólicos, también hay otras cosas que no me gustan.

Percibo una distancia abismal entre el Estado y la población. Esta distancia no creo que sólo la perciban los que se sienten más catalanes que españoles. Es algo que se muchas personas que se sienten sólo españolas también la sienten, la mayoría diría yo.

No creemos en el Estado. No de la misma manera que si creen otros países de Europa y del mundo occidental, como los franceses, los nórdicos e incluso me atrevería a decir que los canadienses. Pero, sin embargo, la fuerza de la sociedad civil que hay en España, y aquí si que diría que en Catalunya es mucho mayor -explico la razón más adelante-, es extraordinariamente superior que en otros lugares del mundo occidental.

He construido una explicación de porqué esto es así a partir de todo lo que he vivido y me han explicado, quizás errónea, pero sí propia.

El triunfo del Franquismo, propició que los órganos del Estado, políticos y estructurales, fueran de la mano de los vencedores. En la Transición, se cambiaron cosas, sí, es evidente, pero, a mi parecer no las suficientes para que los perdedores o no alienados al Régimen las percibieran como realmente auténticas y democráticas.

Un español que se siente a España como una e indivisible, no puede comprender que realmente existen otras naciones en España, no reconocidas de facto por el Estado, que quedaron relegadas a la definición de Comunidades Autónomas, o nacionalidades. Cabe decir, para más inri, que las definiciones del diccionario de la Real Academia de la Lengua se modificaron en su momento, ya en democracia, para no crear paradojas semánticas contrarias a los términos oficiales de nación y nacionalidad. Pero ese no reconocimiento oficial del termino nación en su plenitud, no ha podido cambiar que en realidad, muchos miembros de esas nacionalidades se sienten realmente de otra nación distinta.

Sin embargo, soy de la opinión que hubo un triunfo silenciado de la República. Importantísimo que explica lo que es España hoy. Me refiero a la organización increíble de la sociedad civil en todos los rincones de España, que perdura hasta hoy en día, más fuerte que nunca.

Las personas se organizaron para suplir lo que el Régimen no permitía. Primero en la clandestinidad durante décadas, y luego a la vista, a partir de la democracia dónde el Estado no llegaba, y dónde aún no llega ni tiene intención de llegar.

Las organizaciones sociales son como capilares sanguíneos que suplen servicios públicos que los estados occidentales que tenían como principio el Estado del Bienestar como premisa.
En el subconsciente de cualquier ciudadano con pasaporte español (aquí si que no distingo entre naciones) nos dice: “No todo se puede confiar al Estado, porque no confiamos en nuestros líderes políticos”.

En Francia, un país que conozco bien, en las escuelas de primaria, el servicio de acogida o de comedor corre a cargo del Estado. En cambio, en España, la mayoría de estos servicios los realizan las AMPAS (organizaciones de madres y padres). Lo mismo pasa con el reciclaje de libros, actividades extraescolares, etc. Un ciudadano francés nunca toleraría esta falta de atención de su Estado para un servicio tan elemental y básico de su población.

La informalidad económica y social de España, provoca que el PIB del Estado, y por extensión otros indicadores económicos de desarrollo que la OCDE y la ONU usan para determinar la riqueza de los Estados sea mucho menor en comparación a los países teóricamente más potentes.

En los medios de comunicación, se realzan los casos de corrupción política y de partidos. Los famosos sobres de Bárcenas, los pagos en B (por no decir dinero negro), las tarjetas black, etc… Sí. Es cierto.

Los ciudadanos criticamos estas practicas punibles y corruptas, pero muchas personas en su día a día cotidiano practican y toleran prácticas análogas casi sin ser conscientes, pequeñas evasiones de impuestos o la economía sumergida. ¿Cuántos tiquetes o recibos de caja nos dan y aceptamos pagar cada día sin NIF o IVA declarado cuando consumimos en bares, cambiamos las ruedas del coche, cuando necesitamos personal doméstico, etc.?

Esto es aceptar el fraude sistémico. La excusa que nos ponemos para mitigar la mala conciencia -en el caso que seamos conscientes de ello- es que es muy poco lo que representa lo que hemos pagado así, y “ellos”, refiriéndonos a los líderes políticos y cargos de confianza, estafan mucho más.
Está claro que todas estas micro estafas cotidianas contribuirían a fortalecer el Estado. Esto es inconcebible para un ciudadano sueco o de cultura luterana, dónde la culpa está relacionada directamente con la deuda.

Toda la economía sumergida la englobamos en un concepto más limpio: la economía “no formal”. Puede ser un eufemismo, pero redudirlo a eufemismo sería demasiado simple.

Paradójicamente al mismo tiempo, esta economía “no formal”, proporciona grandes servicios públicos alternativos, a la vez que promueve y dinamiza la cultura y también otros ámbitos de producción de bienes. Justo donde el Estado no llega.

En Catalunya, conozco múltiples ejemplos: la asociación de vecinos de mi barrio en Roquetes en la ciudad de Barcelona organiza un banco de alimentos para los más necesitados desde hace décadas; el tiempo que dedican las personas a los grupos de Castellers –un apunte, para hacer uno de gama extra se necesitan cerca de mil personas-, los grupos de gigantes y cabezudos, los cineclubs, las organizaciones de apoyo a la lengua y cultura catalanas; el gran número de voluntarios que participan en organizaciones que ayudan a mayores; los miles de personas que han impulsado y se han organizado alrededor de la Assemblea Nacional Catalana, las personas que apoyan el deporte base con los clubs deportivos de deportes minoritarios como el hockey patines,… etc.


 Castellers espontáneos en la manifestación del 11 de septiembre de 2014 que reunió 2 millones de personas en Barcelona.
Foto: Joaquim Roqué Paret


En el resto de España, claro está, existen también infinitas experiencias que dicen mucho de la sociedad española. Lo que si que es cierto, es que, a mi parecer, y sin caer en un sentimiento nacionalista de bajo nivel, es que la potencia del tejido social en Catalunya es especialmente potente, mucho más potente que en otros lugares del Estado español. ¿La razón? Es por la tradición asociativa centenaria, y el gran desarrollo del anarquismo y de las organizaciones que fomentaban la igualdad de clases en la época de la República es responsable de esto. En otros lugares esto no sucedió con la misma fuerza.

¿Cómo se demuestran económicamente con facturas, recibos o actividades de trabajos no remunerados voluntarios de la economía no formal y del Tercer sector que contribuyen al desarrollo socioeconómico del Estado?

Para la OCDE, el Fondo Monetario Internacional, la ONU o la UE no existen.

Es una actividad invisible. Simplemente somos un Estado del sur de Europa en el que sus bancos se endeudaron con bancos internacionales y ahora no generamos el suficiente movimiento económico para hacer frente a esto. Solución: Reducir el Estado aún más.

Sin embargo no hay que olvidar, y debemos enorgullecernos de esto, que esta potencia social es prácticamente inexistente en muchos países con una potencia económica superior y con democracias consolidadas.

Esto no suele salir en los medios de comunicación. Sólo salen los Bárcenas y sus sobres.

Las cada vez menos prestaciones de un Estado español débil. Las competencias traspasadas a la Generalitat de Catalunya sin recursos financieros para implementarlas, provocan una crisis social y económica sin precedentes.

Esto, sin duda, es un elemento que afecta al proceso soberanista que sacude Catalunya en todos sus extractos sociales, y la desafección profunda a lo que significa el Estado Español en la vida diaria de miles de catalanes.

Pero no sólo razones económicas las que proporcionan la felicidad que se supone que debe proporcionar un Estado del Bienestar para que los catalanes se sientan bien en el Estado español, que es lo que muchos creen que sucede aquí.

Esto por si sólo no explica el sentimiento soberanista actual.

Hay otras razones de fondo. Muy de fondo.

Soy de la opinión que tras el gran drama que supuso la Guerra Civil, el horror que sacudió todos los pueblos de España hasta el tuétano del hueso, fue algo tan terrible, tan devastador… Que tendría que haber sido explicado hasta la saciedad.

Lo que pasó en ambos lados, las particularidades de las naciones en ese momento histórico, la irracionalidad de los asesinatos, de los fusilamientos, las razones que llevaron al gran desastre… Que produjo que en España haya más muertos en las cunetas que en los cementerios. Y sin duda lo que el Franquismo perpetró después.

La Transición silenció todo eso. Bajo unos símbolos maquillados de democracia.

Los que tuvimos la suerte que nos explicaran la Guerra Civil en casa nos la explicaron desde un punto de vista, pero siempre sin imágenes en movimiento, sin ilustraciones, sin contrarrestar unos hechos con los que teóricamente en la escuela pública nos tenían que haber explicado. Para muchas personas la Guerra Civil eran batallitas de ancianos.

La Guerra Civil a nivel histórico apenas se trataba en la escuela durante mi infancia ni adolescencia. Tengo 41 años y he crecido en democracia. Y la Guerra Civil llegaba a final de curso, y no se veía. 
Prácticamente todo lo que se es por ser autodidacta. A menudo hay libros que tengo que hacer una pausa porque no soporto lo que estoy leyendo. No sólo las imágenes que se forman en mi mente al intentar imaginar lo que describen los libros de historia, sino la indignación que siento porque la democracia en la que vivo no lo haya explicado a las nuevas generaciones que conforman su población.

No sabemos en realidad nada de lo que ocurrió. Yo justamente estoy intentando levantar un documental sobre el cine que se rodó durante la Guerra Civil y que fue ocultado durante décadas por el Franquismo y más tarde por la Transición.

Aquí está el enlace del web por si queréis ver de que se trata: www.borradoporelfascismo.com/index.php/es/

Aunque el nombre “Borrado por el Fascismo” parezca que sea tendencioso, la intención no es juzgar lo que pasó, sino enseñar las imágenes de lo que pasó y explicar porqué no las hemos visto. Las imágenes fueron ocultadas por el Franquismo en archivos secretos.

Esta falta de conciencia ha provocado que muchos de los movimientos políticos y  defensores nacionalistas actuales (tanto catalanes como españoles) repitan exactamente las mismas expresiones y los mismos programas que entonces.

Acaso es tan distinto lo que dicen en la CUP, Podemos, Izquierda Unida, Pablo Iglesias, Ada Colau, Arcadi Oliveres, la monja Teresa Forcades que lo que se decía entonces desde los partidos que conformaban el Frente Popular…

El estatuto catalán recurrido por el Partido Popular es un calco del Estatuto de Núria aprobado por el Parlamento Catalán Republicano. Autogobierno, recaudación de impuestos, etc…

¿De qué sirve tener una historia terrible y no haber aprendido de ella?

No creo que la situación de entonces se repita, porqué creo que si que la sociedad española ha aprendido cosas –espero-, sobretodo porque además el poder económico-financiero, mucho más potente ahora, no le interesan situaciones tan violentas e inestables para que sus arcas sigan creciendo.

Y por último,  la última causa de la desafección de España que sienten los catalanes, es una cosa muy simple, pero que seguramente es lo que más ha marcado todo el proceso. Es el reconocimiento de lo catalán, de la cultura catalana, realmente como algo español.

Parece evidente, pero la exigencia que se ha hecho de sentir la nación española en un sentido no se ha hecho en el otro, es decir, el hecho que los españoles sientan la nación catalana como propia.

Voy a poner unos ejemplos que parecen superficiales, pero que no lo son en realidad.

¿Por qué nunca ningún representante español en Eurovisión ha cantado en una lengua que no sea el castellano?

¿Por qué un presidente del Gobierno de España en democracia no ha sido nunca Vasco o Catalán?

¿Por qué nunca un presidente del Gobierno de España puede asistir a un partido Barça – Madrid defendiendo y expresando abiertamente su preferencia para que gane el Barça?

¿Por qué el catalán, el vasco o el gallego no son lenguas oficiales en el Congreso de los Diputados o el parlamento europeo?

¿Por qué no hay sedes de organismos estructurales del Estado español en Catalunya, País Vasco o Galicia (Senado, Ministerios, etc.)?  

¿Por qué las principales infraestructuras viarias y ferroviarias se han trazado para que pasen por Madrid o con criterios políticos que fomentan el centralismo en vez de criterios socioeconómicos más racionales, eficientes y respetuosos con las necesidades el territorio?

Como conclusión a esta disertación personal sobre el sentimiento nacionalista de los catalanes, considero que todas estas razones son las que hacen que los catalanes actualmente vean la posibilidad de tener un Estado propio como una oportunidad para crear algo de nuevo. Desde cero.

El motivo no es un odio a España, sin duda, no, no se fundamenta en esto.

Sino que ya no se cree en el sistema político, económico y cultural en que se estructura el Estado español.

La mayor parte de la sociedad catalana considera que empezar de cero es mejor que hacer otro apaño para tapar grietas. No se sienten felices, está claro.

Se ha intentado tantas veces…

Noruega e Islandia eran provincias de Dinamarca y ahora mantienen relaciones excelentes, tanto culturales, económicas como políticas.

La gran pregunta que me hago ahora, es que es lo que puede hacer España, el Estado, me refiero, para convencer a los ciudadanos catalanes para que desistan de su deseo de cambiar las cosas desde abajo. ¿Cómo pueden parar este viaje colectivo?

No lo se. No tengo la respuesta mágica.

Lo que si se es que no hay nadie con suficiente mano izquierda para parar esto que realmente escuche en el otro lado.

Espero haberme explicado bien. Es difícil plasmar por escrito sin herir susceptibilidades. Si alguien se siente ofendido por lo que explico, no era mi intención.


Joaquim Roqué Paret


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